Bienvenidos a una nueva entrega de esta serie de retazos históricos sobre los panteones que vemos en las mesas de juego. Ha llegado el turno de Duat. Para mí, el mejor de todos los panteones del juego. Y con el que más he disfrutado jugando.
Partimos de la base que en la mitología egipcia hay dos elementos tremendamente influyentes: Por un lado el Sol y por otro, el río Nilo. Éste último como fecundo dador de vida merced a sus cíclicas crecidas e inundaciones. Ambos tienen un gran enlace en la teogonía egipcia y como veremos, pintan de influencias el panteón que nos ocupa, Duat.
La concepción de la Duat en Egipto fue cambiando con el paso de los siglos. Así, pasó de ser una región entre la Tierra y el Reino Celestial de Ra, donde Horus y Anubis eran los dioses gobernantes, una especie de Cielo Inferior localizado en el cielo cerca de Orión, a ser un río serpenteante con regiones bien definidas bajo la Tierra, en inframundo y donde Osiris era el Dios reinante. Esta última concepción empezó a ser la dominante en el denominado Reino Nuevo.
¿Por qué un río bajo la Tierra? Veamos, la concepción de Ra como dios Sol y su viaje alrededor del cielo a bordo de una barca tiene mucho que ver. Y es que ese viaje lo dividían en doce horas. Las otras doce, Ra continuaba su viaje bajo tierra, en el inframundo, superando una serie de pruebas: pasando bajo el dintel de doce puertas ayudado de otras deidades egipcias para purificar su cuerpo, dar esperanza a los espíritus de los fallecidos que estaban en la Duat, luchar contra Apofis, la gigantesca serpiente cuyo único fin era devorar al dios Sol en su viaje nocturno, y por fin, amanecer en un nuevo día glorificado y lleno de poder para emprender un día más el viaje diurno.
En este viaje nocturno, hay varios momentos importantes, tales como la representación del propio Ra en la primera hora con una cabeza de carnero, decrépito y viejo, el paso por zonas donde la Duat literalmente está en llamas.
Mención aparte merece el juicio de Osiris, donde los fallecidos merced a Anubis ponían su corazón en una balanza que tenía como contrapeso la pluma de Maat y si no superaban la prueba eran totalmente devorados, destruidos, por Ammyt, un ser monstruoso con cabeza de cocodrilo, melena y torso de león y patas de hipopótamo, todo ello notariado pro Thot). El final era el amanecer del Dios Sol reencarnado con forma de Escarabajo. En el viaje, Ra consentía que las almas purificadas subieran a su barca celestial, llamada por eso la ”barcaza de los millones”, alejándolas de la Duat y llevándolas consigo al Reino Celeste.
Toda este viaje ritual está relatado en varios libros, el Texto de las Pirámides, donde se indica qué debe hacer el faraón (asociado como Dios) para cruzar el Inframundo. El libro de los Muertos, guía para el resto de los hombres y posterior temporalmente. Y el Libro del Amduat, donde se narra el viaje diario de Ra y su séquito por el río de la Duat, dotando de información sobre el Inframundo y cada una de las doce pruebas, una por cada puerta.
Para el que le guste y sea un apasionado del tema, sólo decir y así termino, que gracias a una gran recomendación de una buena amiga de Guerra de Mitos, cayeron en mis manos tres novelas sobre el tema disfrazados como libros juveniles que devoré sin miramientos y que desde aquí sugiero. Su autor, Rick Riordan, da un enfoque divertido a la par que divulgativo que seguro hará más accesible y ágil su lectura.
Espero que os haya gustado tanto este artículo como a mí escribirlo. Nos vemos en siguientes entregas. Un saludo.
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