Hoy os traemos un relato no oficial de Guerra de Mitos, escrito por Marc Simó a raíz de ciertas cosas que se descubrieron durante la celebración del Carnaval. Espero que disfrutéis de este fan-made ;)
Todo había empezado hacia tan sólo unas semanas. El ejército de O-tengu había arrasado una pequeña zona del este de Grecia bajo el pretexto de localizar uno de los talismanes que la Dama Sol estaba buscando.
Sin embargo, el errático comportamiento del general O-tengu, las extrañas relaciones que había entablado con ese humano misterioso y el fracaso en su reciente escaramuza en los alrededores de Orestias habían hecho mella en la moral, la confianza y el respeto de su segundo al mando.
— Tarobo-sama... —dijo suave interrumpiendo los pensamientos de su superior. Se había acercado silenciosamente por detrás mientras éste contemplaba las bastas llanuras Griegas desde lo alto del acantilado.
Un gesto con las alas dio a entender al tengu que su general le escuchaba.
—Son las tropas, señor... — hizo una pausa antes de proseguir. — Corren rumores, con la misma presteza y ferocidad con el que la pimienta Gaijin arde, señor...
O-tengu miró de reojo a su subordinado antes de volver la atención a las vistas.
—¿Has venido a darme consejos o sólo a reprocharme mis decisiones Kurobo-san? — preguntó la criatura.
—No señor, no se trata de eso, a pesar de dudar de su capacidad de dirigirnos, son tropas leales, y le seguirían a cualquier reino, batalla, victoria o derrota... — escupió la última palabra cargada de amargura.
—¿Entonces? A qué has venido...
— Habéis sido el mejor maestro, general y guerrero que he conocido — la voz del tengu se quebró en este punto y tras un aleteo se recompuso y continuó —pero creo que deberíamos replantearnos nuestras lealtades y dejar de ser marionetas de los humanos...
—¡Kurobo! —reprendió enfurecido —¡No pienso tolerar esta clara insubordinación! Nuestras lealtades siguen siendo las mismas y mi relación con el Gaijin que llaman M es sólo problema mío!
—Temía que esa fuera su última respuesta, señor.
El dolor por las palabras vacías de su subordinado clavándoselo en su corazón se mezcló con el frío acero forjado de la katana que le atravesó el estómago desde su espalda. No trato de buscar explicaciones vacías por los actos del tengu. Ni emitió gemido alguno de dolor.
— Su muerte en manos de los bárbaros griegos dará a nuestras tropas la fuerza y el coraje que habéis perdido, mi voz hará que su muerte no sea en vano, mi señor. — dijo el tengu antes de desclavar con una patada al antiguo general de los ejércitos.
El cuerpo inerte de Tarobo cayó por el acantilado y desapareció entre las copas de los árboles.
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Notó la katana en su cuerpo entrar y salir, notó la brisa mientras caía, notó las ramas golpeándole y notó el duro golpe contra el suelo. Allí tendido boca arriba notó como la vida se escapaba poco a poco de su cuerpo a medida que el charco de sangre que brotaba de su cuerpo crecía.
Cuando ya no le quedaron fuerzas para más, justo antes de perder el conocimiento una suave voz le apremió a aguantar un poco más, una dulce silueta vestida con túnica blanca y hojas trenzadas en el pelo le pedía que no se rindiera.
Y en ese instante, justo antes de perder el conocimiento y abandonarse a la suerte... la ironía de la vida se le reveló << Un ángel tratando de salvar a un demonio en un mundo de hombres.>>
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